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Al principio fue la luz y la sombra, el vacío y la idea, el sueño de un paisaje sin materia. En la pulsión de las horas y los dibujos germinó una arquitectura ingrávida de espacios ficticios, visiones trascendentes y sensaciones nebulosas. Al ejercicio de la duda le siguió el secuestro del tiempo. A la reflexión minuciosa le sobrevino el triunfo del concepto. Nada impidió que la ruina se transformara en un lugar habitable.
La esperanza es esa luz que se cuela por los intersticios de la pared e incita a mirar lo que se esconde más allá. Superada por el propio resultado la oposición esencial entre las características mecánicas y culturales del arte, la arquitectura renace a través de sus procesos tecnológicos de producción. En la inmaterialidad de la obra se articula el concepto filosófico y la realidad poética de La Ruina Habitada.
"La ruina no se rehabilita ni se restaura, únicamente se adapta para hacerla habitable"
miércoles, 21 de octubre de 2009
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